El 90 por ciento de la población mundial terminará por desarrollar
alguna forma de artritis. Sin embargo, en muchos casos, la artritis no
provocará demasiados problemas porque con la edad las personas le exigen menos
al cuerpo.
La artritis se considera a menudo como un signo de
envejecimiento, aunque puede afectar a personas de cualquier edad. De hecho, la
artritis es una de las enfermedades mas habituales entre la población. Para
formamos una idea de la frecuencia de la artritis, tomemos como ejemplo Estados
Unidos, donde 285.000 niños sufren dolores de artritis a diario.
Las cifras en el Reino Unido muestran que unos 20 millones
de personas sufren artritis, de los cuales 8 millones deben acudir al medico
para recibir tratamiento.
La osteoartritis es responsable de 5 de esos 20 millones de
artríticos, y la artritis reumatoide de un millón más. Unos 15.000 niños
padecen artritis juvenil.
En Estados Unidos, uno de los países con mayor diversidad
étnica, casi 40 millones de personas (una de cada siete) sufre algún tipo de
artritis, y se piensa que en el año 2020 la cifra rondará los 60 millones. De
esos 40 millones, alrededor de 23 son mujeres de todas las edades. La artritis
reumatoide juvenil afecta a 61.000 niñas, el 86 por ciento de los casos. En
otros países, en los que se dispone de estadísticas similares, las proporciones
son parecidas.
¿Cuáles son las implicaciones?
Las implicaciones económicas para los servicios de salud y
los seguros médicos son importantes. Los patronos sufren el coste económico del
absentismo laboral de sus trabajadores, ya sea por la pérdida de producción o
por tener que contratar a algún sustituto. Cada año, la artritis cuesta unos
54,6 billones de dólares a la economía estadounidense. Obviamente, también
afecta a la capacidad de los padres o abuelos para disfrutar plenamente de la
infancia de los niños.
La artritis es la causa más habitual de incapacidad en el
mundo occidental. Limita actividades cotidianas, como subirse y bajarse de la cama,
vestirse, subir escaleras, o incluso caminar. Puede conducir a la pérdida de
movilidad, pérdida de empleo, ruptura de relaciones sociales y de pareja, dolor
crónico, fatiga y depresión. En casos graves, puede necesitarse la ayuda de
cuidadores que, por ejemplo, limpien y hagan la compra, o puede requerirse un
servicio de enfermería permanente.
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